Los Ríos al Día

Columna de opinión de Andrés Barrientos

A eso del año 1954, un diario de la Isla de Chiloé señalaba: 

“Se acostumbra poner cuidado para evitar los peligros que pudieran hacer perecer nuestra llamada democracia, pero no todos aciertan a pensar que, a veces, puede ser el mismo Estado quien atenta contra su propia existencia. Y, en verdad, un monopolio, sea en cualquier esfera del desarrollo social, viene a ser una amenaza para la libertad de la Nación.

Nuestra atención se detiene a analizar los acaparamientos de té, azúcar, café, la escasez de los artículos de primera necesidad, etc. Y en la crítica de los mismos ponemos todo nuestro empeño, luego olvidamos que las actividades intelectuales también están o pretenden ser acaparadas. He aquí que la Conferencia de Ministros de Educación de América, reunida en Panamá en 1944, llegó a declarar con convicción ingenua y espontánea de parte de todos los gobernantes: La Educación pertenece al Estado. Así, iguales y no otras ideas se enseñan y practican en la Rusia Soviética: nadie enseña sino el Estado, quien reglamenta todo, donde los educadores son meros empleados del Estado, siendo éste el inspecciona y dirige.


América y Chile están siguiendo un camino peligroso, que tanto daño está haciendo a los espíritus de los educandos, quienes debieran salir a la vida con una visión clara y completa de la naturaleza del hombre: alma y cuerpo, fuerza y razón, necesidades espirituales y corporales, amén de un ideal que guía sus pasos.


El Estado, empero, nos da la idea de ser un gran empresario, director supremo y único de la actividad educadora. Al conjuro de su palabra se abren las puertas, gradúa y reprueba sin apelación, dejando al ciudadano que se inicia en la vida enerme con su menoscabada libertad, tan restringida que es sólo reflejo de la “cacareada” libertad democrática. Este es el monopolio estatal que está plenamente vigente en toda la extensión de la América Latina, un monopolio que se disimula admitiendo como subordinados en esta obra a los padres de familia (cuyos derechos naturales a la educación de sus hijos nadie les puede ni debiera arrebatar), a la Iglesia -que recibió de Dios la ingeniosa tarea de conducir los hombres hacia el fin último de la existencia humana-, y a los demás ciudadanos, declarados todos libres por la Constitución y las Leyes.


¿La Educación pertenece al Estado? No le pertenece, sino que la ha usurpado totalmente.


Pobres pueblos éstos de América, con un educador que no tiene mandato de Dios ni de la naturaleza para educar, no tiene conocimientos, ni serenidad, ni falta de fines torcidos, fines de las escuelas filosóficas extraviadas que lo que quieren es formar prosélitos para sus políticas y sus escuelas descarriadas ¡Pobre América! Las tempestades políticas derruyen a cada paso un gobierno para sustituirlo por otro y cada uno de estos gobiernos recomienda la formación del elemento humano de cada nación, cambiando programas, personal, fines y medios en la formación de los pueblos.”


Luego nos preguntamos ¿han pasado más de 60 años realmente?


Andrés Barrientos 

Director Ejecutivo Ciudadano Austral

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