Por Carlos Molina Johnson
General de División
Durante el próximo mes de septiembre, la Caja de Previsión de la Defensa Nacional conmemorará el centenario de su existencia. Sin embargo, cabe señalar que en nuestro país la seguridad social de los militares tuvo su origen mucho antes, específicamente cuando las fuerzas peninsulares cubrían el territorio del Reino de Chile, sometidas a las Ordenanzas Militares de los Reyes Católicos. En efecto, esas ordenanzas contenían normas con relación a esa materia derivadas de las políticas sobre Montepíos Militares contenidas en las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio y ratificadas en sucesivas ordenanzas posteriores, cobrando especial trascendencia las normas estatuidas en la Real Cédula del 20 de abril de 1761 dictada por Carlos III y lo establecido en la Ordenanza de 1768 del mismo rey que estuvo vigente hasta 1978 en España.
Culminado, entonces, el proceso de emancipación de nuestra sociedad y establecido el Ejército nacional, esas normas se aplicaron durante varias décadas hasta la promulgación de una “Ordenanza Jeneral del Ejército” propia el 25 de abril de 1839 por el Presidente de la República, general José Joaquín Prieto Vial, donde, entre otros beneficios, se estableció el goce de sueldo para los Oficiales del Ejército y de la Armada que obtuvieren cédula de retiro, beneficio que estaba sujeto a una serie de causales como, por ejemplo, los años de servicio efectivo en la fuerza militar.
Asimismo, entre otras disposiciones con relación al montepío, esa misma ordenanza establecía que “las viudas de los Oficiales, los hijos varones de éstos que no hubieren cumplido 15 años, y las hijas hasta que tomen estado, cuyos padres, desde la clase de Subteniente inclusive hasta la de Jeneral, hayan servido 10 años contados desde 1810, tendrán opción al Monte pío militar en la forma dispuesta por las leyes vigentes” (Título LXXXV, Art.1).
No obstante lo anterior, es importante tener en cuenta que, una vez lograda nuestra independencia, la retribución a los servicios prestados en la fuerza militar o a las viudas y huérfanos de quienes allí se enrolaban siempre fue una preocupación de la sociedad, alcanzando una importante dimensión orgánica cuando el 30 de diciembre de 1879, durante la guerra del Pacífico, se creó la “Sociedad Protectora de viudas i huérfanos de los mártires de la Patria”.
Posteriormente, la necesidad estatal de disponer de un órgano administrador del régimen de previsión y seguridad social de quienes integran las Fuerzas Armadas condujo a la creación de la Caja de Retiro y Montepío para el personal del Ejército y la Armada el 9 de septiembre de 1915, punto de origen de la actual Caja de Previsión de la Defensa Nacional actualmente responsable de esta misión en beneficio de quienes forman parte de las dotaciones de planta del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, desarrollando una carrera militar caracterizada por las siguientes especificidades:
– Vocación y espíritu de servicio: La labor de las Fuerzas Armadas es permanente y descansa fundamentalmente en el juramento de servicio a la patria de sus integrantes. En esta labor eminentemente vocacional, sus miembros son llamados a cumplir tareas en que la entrega y disposición superan los intereses individuales, volcando las capacidades personales en favor de un bien público de extrema importancia como es la seguridad y defensa del país.
– Alta preparación profesional: La naturaleza de la función militar, asociada en su esencia a la capacidad de combate para enfrentar la guerra y las características técnicas de los sistemas de armas, obliga a una preparación del personal de las Fuerzas Armadas concordante con la responsabilidad de cumplir eficientemente las tareas asignadas. Ello obliga a una permanente y progresiva capacitación para alcanzar las competencias demandadas por el ejercicio de la función militar.
– Conocimientos y capacidades específicos: En el ejercicio de la profesión militar ambas condiciones tienen una clara singularidad. Por lo mismo, las propias instituciones deben entregar unos y desarrollar otras, tanto en los organismos de su dependencia como a través de la capacitación conjunta. En consecuencia, la formación de personal es esencial para el cumplimiento de sus funciones militares y su posterior retención en la respectiva institución adquiere suma importancia.
– Exigencias físicas especiales:La naturaleza del empleo de la fuerza militar también obliga a contar con personal físicamente apto, capaz de soportar y superar las exigencias del combate.
– Movilidad en roles:La estructura orgánica de las instituciones castrenses y el tránsito individual por la carrera militar demandan del personal estar en condiciones de ocupar diferentes posiciones de mando, ejercer distintos cargos y desempeñar diversas funciones. Ello exige, además de la preparación individual y colectiva, una condición sicológica adecuada para adaptarse a los cambios a los que se ve sometido.
– Disponibilidad para el servicio:El militar debe dedicarse exclusivamente a sus tareas profesionales. Ello implica una condición de disponibilidad permanente y continua, como asimismo el desarrollo de capacidades específicas que sólo se pueden emplear en las respectivas instituciones y no son extensibles al mercado laboral externo.
En definitiva, la carrera militarse estructura en función a determinados estándares para cumplir con las especificidades antes señaladas. Luego, la profesión de las armas requiere de la generación de incentivos que estimulen tanto el ingreso como la permanencia en las instituciones armadas. Dentro de aquellos, es indudablemente necesariala existencia de unsistema previsional concordante con la progresión y el término de esa carrera, sistema cuya administración, tal como lo señaláramos previamente, se encuentra bajo la responsabilidad de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional, institución funcionalmente descentralizada, con personalidad jurídica y patrimonio propio que se relaciona con el Presidente de la República por intermedio del Ministro de Defensa Nacional, atendiendo las necesidades de un número aproximado de 230.000 imponentes en tres áreas fundamentales: previsión, salud y asistencia social.
Para ello, en el año de su centenario, dirigida por un Consejo presidido por el Ministro de Defensa Nacional -integrado, entre otros consejeros, por los Comandantes en Jefe- y conducida por un Vicepresidente Ejecutivo nombrado a través del sistema de Alta Dirección Pública, la Caja de Previsión de la Defensa Nacional cumple sus funciones con una dotación de 1.584 personas, distribuidas a través del territorio nacional y que aúnan sus esfuerzos para entregarlos distintos beneficios establecidos por la ley, algunos de los cuales, al concluir la carrera militar, adquieren una evidente importancia, como lo son las pensiones de quienes, dado el proceso anual de retiros, dejan las dotaciones de las Fuerzas Armadas para permitir la renovación periódica de las plantas institucionales, debiendo enfrentar un complejo escenario de reinserción laboral.
Existe, entonces, una correlación directa entre la previsión especial del personal de las Fuerzas Armadas de Chile y el ejercicio de la carrera militar, lo que de igual forma ocurre en una cantidad importante de países. En el caso del nuestro también opera un sistema previsional de similares características para quienes se desempeñan en las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública.
En cuanto a la previsión, la promulgación de la ley N° 20.735, además de corregir determinadas distorsiones que afectaban su estricto sentido, confirmó la validez del mismo. Sin embargo, pese a una serie de esfuerzos del Ministerio de Defensa Nacional en los últimos años de parte -en conjunto con las instituciones-, la necesaria actualización de la carrera militar es una tarea pendiente en nuestra sociedad, debiendo enfrentarse decidida y prontamente para dar paso a una moderna gestión de personal que considere, entre otros, el mérito como factor para determinar ascensos y promociones; líneas de carrera concordantes con las necesidades institucionales; una relación directa entre grado, cargo, responsabilidad y retribución; y permanencia en servicio activo de los mejores, flexibilizando los límites de tiempo que hoy día imperan y posibilitar así un mayor aprovechamiento del recurso humano calificado.