La Educación de los Hijos
La educación de los hijos evidentemente constituye una responsabilidad inmanente, la cual debe ser asumida por padres, familiares o quienes tengan la tutela permanente de ellos, donde resulta fundamental aplicar criterios que surjan con sentido de entrega pragmático, real, verdadero y sincero, buscando enseñar con el ejemplo aplicando valores éticos que servirán como espejo a la hora de evaluar lo transmitido. Dichos valores se ven reflejados en la persona que se educa a la hora de palpar actitudes, acciones y cometidos que se llevan a cabo en el transcurso del tiempo.
En tanto, se debe tener claro que la educación parte desde el hogar, no olvidando jamás la premisa de que, quien se considera un educador primeramente debe aprender a autoeducarse, lo que no necesariamente está representado con la educación formal que certifica nuestro grado de expertiz en algún tema, sino más bien, se relaciona con la disponibilidad de consagrar los conocimientos con una actitud abierta y permanente hacia la mejora de nuestros saberes.
En esta instancia trataré de dilucidar y aproximar, los deberes de educación hacia con los hijos, en diferentes etapas de la vida, donde asumo como hipótesis, el hecho de que no es lo mismo enseñar en la infancia, en la adolescencia, en la juventud o la madurez a un hijo, pues todas aquellas etapas necesariamente deben ser abordadas de diferentes formas, pero el sentido del contenido de fondo donde se plantean los aspectos netamente valóricos no deben perderse de vista, lo cual implica inculcar grados de libertad que conlleva a la reflexión del proceso educativo.
La etapa de infancia de nuestros hijos es la más importante para influir directamente en su educación, debido a que lo que se aprende en esta etapa de la vida, constituye una base que marca, de alguna forma, el transitar de la vida de cualquier persona, con esto ayudamos a nuestros hijos a construir un sendero en la búsqueda de la verdad, justicia, derechos y deberes que le da un sentido pragmático y espiritual a su existencia.
En consecuencia, la etapa de infancia naturalmente representa la oportunidad que tenemos los padres de instar a nuestros hijos de formar sus primeros pasos hacia la búsqueda de la verdad, usando como instrumento el conocimiento, el que debe ser acompañado del establecimiento de estrategias que promuevan la reflexión, analizando desde los aspectos más cotidianos de la vida, hasta el cuestionamiento de sucesos más complejos, enseñándoles que los conflictos son parte de nuestro ser como seres humanos, pero lo que importa, en definitiva, es estar conscientes de que siempre existen salidas alternativas, que no hay una verdad única, por lo tanto, resulta relevante enseñar que la actitud frente a cualquier problema se enfrenta con serenidad, sabiduría y por sobretodo disponibilidad a estar abierto a la resolución de tal conflicto.
Ya en la etapa de niñez plena, que está representada desde los tres hasta los trece años aproximadamente, corresponde una fase que implica ir puliendo el proceso educativo, de a poco donde se van entregando herramientas cada vez más elaboradas que permitan complementar con creces lo que hoy en día ofrece la educación formal de nuestros hijos, agregándole legitima e intuitivamente que aparte del derecho al conocimiento existe uno más amplio que dice relación con el derecho a repensar de distintas formas lo aprendido, es decir a la reflexión.
También es la etapa de la vida donde se desarrolla la imaginación, lo que pavimenta el camino hacia la creatividad y espontaneidad, que luego servirán como herramientas placenteras que, sin duda, ayudaran a enfrentar las siguientes etapas de sus vidas.
En la etapa de adolescencia que se sitúa entre los catorce y dieciocho años, podría definirse como la más difícil para educar a un hijo, debido a la cantidad de estímulos y estereotipos que en nuestros días son ofrecidos por el entorno que les rodea, los cuales por su esencia son difíciles de controlar, dentro de los cuales podemos mencionar como ejemplo uno de los factores más influyentes el tecnológico. La exposición a estos factores del entorno, influyen mucho en la forma de actuar de los jóvenes adolecentes, pues en esta etapa de la vida generalmente las personas son más receptivas y por lo tanto más vulnerables, por este motivo, el proceso educativo se vuelve más complejo, pues muchas veces se encuentran en juego los valores que queremos entregar como padres con las actitudes que los jóvenes quieren extraer del ambiente que les rodea.
Pero en esta instancia es necesario hacer entender a los hijos que la vida contiene binomios que son insoslayables a la hora de enfrentar los escenarios que el mundo nos entrega, entre los cuales puedo mencionar la constante lucha entre lo real y lo ideal, lo bueno de lo malo, la libertad de la responsabilidad, que son elementos básicos que, si son bien canalizados ayudarán a crecer con sabiduría.
También en esta etapa es necesario reflexionar que un hijo viene a través de uno pero no es uno, sino otro. Esto apela al derecho de libertad que se debe entregar con sapiencia, pues si bien es ciento, muchas veces queremos que nuestros hijos hagan lo que nosotros hacemos en nuestras vidas, es fundamental entender que ellos tengan la libertad de descubrir su propio yo, donde a nosotros nos cabe el rol de facilitadores apoyando en su proceso formativo.
En la etapa de adultez, la educación cumple un rol más correctivo que trata de hacer mejor lo que ya se probó en alguna circunstancia, en tanto, es resulta importante intentar nuevamente, pero con más información, traduciendo el conocimiento en experiencia, donde se está en una edad más avanzada tiene la oportunidad de reformular sus paradigmas, buscando el perfeccionamiento y la virtud que tal vez no estuvieron representando un lugar importante durante su vida, pero ahora constituye un pilar fundamental para seguir en la senda del mejoramiento permanente de sus habilidades cognitivas.
Lo importante es concebir que en la etapa de adultez, el rol que cumplen los padres para con sus hijos, se vuelve más como un acompañamiento permanente, donde se debe dejar claro que no se pierda la esencia del aprendizaje, pues proceso educativo es recursivo, porque requiere de retroalimentación, puede ser reforzado con la voluntad y actitud explicita de quienes estamos dispuestos a someternos constantemente a la reevaluación de nuestros conocimientos, lo cual aparte de constituir un actitud de resarcimiento intelectual, representa un acto de humildad frente al mismo, recociendo que somos personas que estamos dispuestos a refrendar nuestros conocimientos permanentemente.
En definitiva la educación representa una forma de ir perfeccionando nuestros saberes en las distintas etapas de nuestras vidas, donde el apoyo de nuestros seres queridos como lo son los padres, familiares o tutores, deben aprender a entregar sus conocimientos, con prudencia, altura de miras, fijándose en crear el hábito de reflexionar y desarrollar la habilidad de ir más allá de lo que recibe como conocimiento explícito, pues es la única forma de construir su propio camino al andar.
Finalmente es necesario consagrar a la educación como un instrumento que nos entrega la oportunidad de estar constantemente buscando el conocimiento en todas sus formas, invitándonos a ampliar nuestras capacidades cognitivas, en todos los ámbitos, pero también es un instrumento que debemos saber difundir a nuestro devenir con prudencia y sabiduría.
Guido Asencio Gallardo
Académico Universidad de Los Lagos