Juan C. Salgado B.
Investigador Centro de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra
El Senado autorizó, el cinco de mayo recién pasado, la permanencia por un año más de tropas chilenas en la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). La autorización, como en años anteriores, ha reabierto el debate sobre la conveniencia de continuar participando en una misión que se ha extendido por diez años. El propio Gobierno ha planteado, por primera vez, un horizonte para su término, argumentando que el "2015 debe entenderse como el periodo de implementación de la estrategia de salida, la que, de completarse el calendario electoral y bajo condiciones de seguridad aceptables, debiera significar la salida completa de las tropas en 2016" .En similares circunstancias Brasil, a través del Ministro de Defensa, ha anunciado recientemente que dejaría Haití para fines de 2016, sujeto a una nueva evaluación en octubre próximo, cuando se cumpla el plazo que el Senado de ese país aprobó el año pasado.
Entre los argumentos que se esgrimen para retirar la participación de Chile, se encuentran la relativa estabilidad del orden interno, con el fortalecimiento de la policía local, la necesidad de continuar con una nueva etapa, que no es de competencia de la fuerza militar, el paulatino rechazo de la población haitiana a fuerzas que considera de ocupación, las emergencias internas en Chile que han demandado, como nunca, la participación de la Fuerzas Armadas y de Carabineros en estados de excepción constitucionales, los de orden financiero y el riesgo para la vida del personal militar, entre otros.
A favor de la permanencia están otros argumentos, como la obligación del Estado de contribuir a la paz internacional y la coherencia con la política exterior chilena, razones humanitarias y de compromiso con la defensa de los derechos humanos, solidaridad regional, Chile era miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU cuando se inició la MINUSTAH (2003-2004) y lo es actualmente por otro período (2014-2015), precisamente cuando se discute en ese organismo internacional el futuro de la misión de paz, las Fuerzas Armadas realizan actividades en Haití, complejas y diversas, que han elevado sus estándares de operacionalidad y equipamiento, y también su prestigio internacional, Chile fue el primer país latinoamericano en estar presente en la crisis, desde antes de la MINUSTAH, cuando en febrero de 2004 integró con Canadá, EE.UU. y Francia, la fuerza multinacional provisional para la estabilización de Haití (MIFHS), en un plazo récord de 72 horas. Muchos de estos argumentos han sido planteados cada año, ante el Senado, en cada solicitud de ampliación de la permanencia militar y policial en esta operación de paz.
Si la elección de un nuevo gobierno y de un parlamento – actualmente el Presidente gobierna por decreto-, cambiará sustantivamente las condiciones que originaron y sostienen a la MINUSTAH, es un tema impredecible. Desde luego, en Haití se han producido dos elecciones presidenciales y parlamentarias desde el inicio de la MINUSTAH, en marzo de 2006 René Préval, reemplazó al presidente provisional Boniface Alexandre (febrero 2004/mayo 2006) y en marzo de 2011 resulta electo, en una controvertida definición, el actual presidente, Michel Martelly.
El Ministerio de Defensa de Chile es muy cauteloso al respecto y en su página web publica una columna que advierte que “si bien es razonable proponer horizontes de tiempo para el cumplimiento de etapas en toda misión de paz, la evidencia de la historia es abundante respecto de consecuencias graves derivadas de retiros anticipados, sin ponderar las condiciones del terreno … La reducción de contingentes en operaciones de paz debe ser gradual y programada, responsable y cooperativa”.
En todo caso, las consideraciones y decisiones son de carácter político, que no sólo tienen relación con lo que suceda en Haití en 2016, sino que también con el rol que cumple hoy Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU, con la comunidad sudamericana y con el compromiso adquirido con el Senado.